Sábado, 31 de enero, ocho y media de la mañana. Llueve. Pamplona es
una ciudad silenciosa. Algunos de los Amigos de la Vuelta del Castillo nos
dirigimos al banco. Pocos. No está el día para animarse mucho. Quien suscribe
sale por obligación ya que durante la semana apenas ha entrenado. En el banco,
santo y seña de grupo, enseguida nos
agrupamos en dos. Dejo que los amigos
Fernandos (Zaratiegui, Moreno y Martínez)
y Javier Muñoz se vayan por un lado: si voy con ellos seguro que me
hacen sufrir y sufrir para nada es tontería. Me voy con Álvaro, Luis, otro Luis,
Fausto, Manu y Javier. El ritmo va a ser suave y vamos a estar hora y cuarto. No
está mal. Cae continuamente una lluvia ligera. Nos dirigimos hacia el río. En
definitiva, es la ruta más interesante para este sábado, aunque, por otra
parte, tampoco es inusual. Ya sabemos
que desde ayer algunas zonas de Pamplona y los alrededores se han inundado. El
puente de San Pedro tiene un buen pico de cota, las pasarelas del club
Natación no se ven ni por asomo porque
el Arga baja un volumen de agua propio de las riadas. Por el paseo del río
nuestras zapatillas se ahogan por los charcos, hay zonas por donde no se puede
pasar. Los árboles del cauce solo dejan ver las ramas desnudas y el rumor de la
corriente, a veces, se convierte en estruendo. Hablamos de lo humano y lo
divino, yo entro poco en la conversación, llevo el impermeable empapado y la
capucha tan cerrada que no se me ve sino la nariz y la barbilla. Subimos la cuesta que va de Burlada al polígono de Areta. Se nos han distanciado algo. Voy
con mi amigo Fausto tranquilamente hablando. Luego subiremos a un depósito -parece un depósito- desde el que se divisa
muy bien el parque que hay entre Mendillorri y Burlada. Álvaro saca unas
fotografías al “puente viejo”. Es una buena referencia del temporal. La
riada cubre casi al completo sus arcos,
parece que sus ojos están medio cerrados. En esta zona, por unos momentos
escampa y sale el sol inmaculado; puedo quitarme la capucha y quedarme con mi
gorro de lana. Enseguida alcanzaremos Pamplona. Al llegar, empieza a nevar.
Vuelvo a casa con alegría y con mucha agua, sólo es cuestión de una ducha, un
buen almuerzo y por delante un feliz día.
Mañana será peor. Los pronósticos hablan de nieve. A ver
quiénes son los valientes que salen: Yo no.